lunes, 22 de junio de 2009

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Anoche, después de pasar la tarde del "día del padre" con una familia que no es la mía, luego de una lluvia de recuerdos, sueños rotos, emociones y sentimientos respecto la casi inexistente relación padre-hijo que he vivido, después de interrogarme sobre mi no próxima paternidad y el choque que me genera el deseo contra la realidad (el deseo es ser padre, la realidad es que si lo pienso bien no tiene sentido traer a nadie a este mundo jodido); anoche, luego de estar en todo y en nada, encontré el contrapunto de los pensamientos y emociones del día, de meses recientes, de no sé cuántos años atrás y hasta la fecha.
Regresé a casa manejando bajo una ligera y fina lluvia y por un momento sentí que la paz y la tranquilidad me llenaban. Sentí el aire fresco a pesar de la ventanilla subida, percibí el centro del cual nace mi sonrisa e incluso un momento en el que mi auto no rodaba más sino flotaba a ras de suelo. Curioso que en ese momento no hubo una canción que sonara o yo mismo evocara; curioso que no puedo relacionar ese momento con ninguna melodía ni con ninguna armonía, sino sólo con una música personal que habita mi cabeza, con el ritmo de mi propio aliento. Anoche sentí algo nuevo: una paz y una tranquilidad que me dejaron en comunión con la vida y las personas, creo que quedo en paz con las personas y situaciones que me han hecho daño, creo que he puesto cada cosa y persona en el lugar que corresponde, creo que estoy viviendo de verdad como he deseado desde hace mucho: con una suerte de imperturbable tranquilidad.
Hoy también me he sorprendido con cierta calma sobre el futuro, algo a lo que había rehuido durante tanto tiempo que no puedo precisar cuando empecé a hacerlo (y hablo tanto del futuro lejano como del más próximo, el de una cuantas horas adelante). Me sorprendí al escribir a un amigo que lo vería en la tarde y al proyectar una entrada en este blog para el próximo domingo. Durante años he pensado mucho en el futuro, he planeado, proyectado y todo con cierta confianza y certeza en que lo alcanzaré, pero nunca había tenido la sensación de hoy... Mi respuesta claro que ha sido el miedo. Aunque no haya nada que indique lo contrario, todavía hoy me pregunté si el próximo domingo seguiré habitando la Tierra y mi vida. Creo que llegó el momento de no interrogarme más, de terminar de romper con insanas costumbres y hábitos...