jueves, 25 de junio de 2009

Nocturno miedo

Anoche me quedé dormido sin darme cuenta, con la luz de la habitación encendida, lo mismo que el televisor. Apenas recostado, un tanto incómodo, sin los cobertores o la pijama de costumbre. Sueños retorcidos que evocaron algunos de mis mayores miedos, otras de mis mayores tristezas. Por la mañana de no ser por un portazo probablemente no hubiera despertado. Sentí como esas ocasiones en que uno sólo dormita media hora, una hora a lo sumo. Pero mi sorpresa fue grande al mirar las 6:30 en el reloj. No descansé y buena parte del día me sentí fuera de mí, extraño en mí mismo. Lo más raro fue ese momento de la mañana en que recordé un poema de Xavier Villaurrutia (sí, nuevamente él) y sentí cierto miedo.

Nocturno miedo

Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.

Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.

Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.

¿Y quien entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?

El miedo de no ser sino un cuerpo vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar,
y la angustia de verse fuera de sí, viviendo,
y la duda de ser o no ser realidad.

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